jueves, 20 de noviembre de 2008

¿Qué leer?

  • EL PINTOR QUE SIEMPRE FUE UN NIÑO Cuando uno mira la pintura de Nemesio Antúnez en su totalidad encuentra un denominador común, casi un hilo conductor que atraviesa toda su obra: una especie de estética del optimismo. En definitiva creó un arte en el que los elementos positivos de la condición humana están siempre presentes. Antúnez puso en el centro de su trabajo temas como el amor de la pareja, el entorno ambiental y la exuberancia de la tierra. Nunca buscó desarrollar grandes ideas. Se quedó siempre con los mundos cotidianos y sus elementos más simples y lúdicos: el juego del volantín, las bicicletas o las piedras o la arena de Isla Negra. Fue un descubridor mas de la belleza de los elementos sencillos. Poetizó las cosas insignificantes y con su lenguaje estuvo muy próximo al mundo de Neruda en su rescate de todo lo que está al alcance del hombre en su mundo diario y en los lugares en que desarrolla su existencia. Antúnez cantó a la vida y a la alegría. No tuvo que hacer grandes esfuerzos para posesionarse de un arte que llevó siempre el sello de su personalidad. Fue un artista con los pies en la tierra, contento de vivir y dispuesto a servir a los demás.